La apacible calle de Sand Hill Road, en Palo Alto (California), uno de los centros neurálgicos de Silicon Valley y sede de miles de startups y de las mayores firmas de capital riesgo tecnológico del mundo, es quizás el último lugar en el que uno esperaría ver gente a las puertas de un banco reclamando su dinero tras un corralito. Sin embargo, eso es exactamente lo que ocurrió este viernes en uno de los lugares con mayor renta per cápita del país: colas de emprendedores, móvil en mano, siguiendo incrédulos las noticias, esperando ansiosos a retirar su dinero a la entrada de una de las sucursales de Silicon Valley Bank (SVB). La mayoría no lo consiguió. La entidad se fue ayer a la bancarrota, arrastrando hoy sábado a su filial en Reino Unido. El pánico se ha extendido ahora ante un posible contagio global en el sector tecnológico que puede tener ramificaciones inesperadas en muchos otros sectores.
“Esto es un asunto de seguridad nacional. Tengo a empresas llamándome para preguntarme, “¡¿cómo voy a pagar a mis empleados la semana que viene?! Todo el dinero que uso para gestionar mi negocio está en una cuenta corriente a la que ya no tengo acceso”. Así resumía ayer la situación Garry Tan, el jefe de YCombinator, la principal incubadora de empresas tecnológicas de Silicon Valley. “Estamos ante un evento de extinción masiva de empresas. El 30% de nuestras participadas no van a poder pagar las nóminas durante los 30 próximos días”, añadía.
“Estoy de visita en las oficinas de uno de los VC top de NY y el head of finance lleva hora y media en llamadas con las manos en la cabeza en el despacho de al lado tratando de guiar a sus emprendedores. Muy loco todo”, escribía en un tuit el inversor español Jose Gaytan de Ayala. Situaciones como esta, con reuniones de emergencia y emprendedores compartiendo su desesperación en Twitter, se están multiplicando en las últimas horas.
El pánico es comprensible. Con 209.000 millones de dólares en activos y 175.000 millones en depósitos, el Silicon Valley Bank se había convertido en el banco de referencia de las startups y, para muchas de ellas, la única entidad a la que confiaban todos sus fondos. Cada día, miles de millones se movían a través de sus cuentas y depósitos para todo tipo de transacciones, desde pagar a empleados, proveedores y clientes a recibir los fondos de firmas de capital riesgo. Todo ese flujo se ha cortado de repente y el alcance del efecto dominó es imprevisible.
“Efecto contagio seguro que hay, todas las startups trabajan con SVB. En su momento, yo también los tenía como principal entidad. La gran duda ahora mismo es el alcance del contagio”, explica a El Confidencial Iñaki Berenguer, emprendedor español afincado en EEUU que montó allí Pixable, Coverwallet y Contactive, las tres vendidas por cifras millonarias. La Federal Deposit Insurance Corporation (FDIC), la agencia gubernamental encargada de la intervención del SVB, ha impuesto un límite de 250.000 dólares de cobertura. Si guardabas más dinero en cuentas corrientes o depósitos, en estos momentos, lo has perdido. Teniendo en cuenta que el 96% de los clientes de SVB estaban por encima de esa cantidad, el alcance del contagio es, cuando menos, preocupante.
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